Fue una las primeras profesionales del mundo del vino que se dio lugar en una industria mayoritariamente másculina. Su visión del situación actual y su proyecto junto a Daniel Angelici.
Estela Perinetti es una Ingeniera Agrónoma que ha sido una verdadera embajadora de las mujeres del vino. Y lo ha demostrado en el campo de acción, con una importante trayectoria en bodegas de renombre como Escorihuela Gascón, Catena Zapata o proyectos exitosos como Luca o Caro, vinos de prestigio en la Argentina.
También fue una de las propulsoras del Club de Mujeres Profesionales del Vino Argentino y ya desde hace unos años lleva adelante su proyecto de vinos personales, Las Estelas, que junto a parte de su familia lo hace crecer día a día. Además de comandar el proyecto del empresario Daniel Angelici, con su línea de vinos Cupra.
– Cada vez más mujeres se animan a ingresar al mundo del vino, pero cuando vos empezaste no había tantas…
– Cuando yo empecé éramos bichos raros, sobre todo en cargos importantes. Ahora, por suerte, creo que hay muchas más, ubicadas como ingenieras agrónomas principales o como enólogas.
– ¿Sufriste en algún momento?
– La verdad es que no, pero para ingresar a una empresa me costó mucho, porque había prejuicios ahí. «Mirá que buscamos un hombre», me decían y de hecho a veces llegaban al punto de llamarme los dueños de las bodegas para preguntarme si le podía recomendar a algún compañero mío, sabiendo que yo ya era Ingeniera.
– ¿Cómo surgió la decisión de dedicarte a esto?
– Creo que hemos sido una familia de profesionales. Mi abuela fue una de las primeras odontólogas en el país en la historia argentina. Mis padres eran médicos bastante reconocidos, y siempre me dieron su apoyo: me dijeron que si quería estudiar esto, tenía vía libre. Al recibirme, ahí nomás empecé a trabajar como ingeniera, a pesar de lo que muchos me decían. Fue después en realidad que me metí de lleno en la enología, porque me tocó recibirme en una época en que la viticultura era algo tradicional y no había mucho vuelo.
– Mirá qué interesante, porque a veces pensamos que siempre fue como es ahora, en la actualidad… y claramente todo lo que se piensa hoy no era tan así hace unos pocos años atrás…
– De hecho, había una cierta pelea entre agrónomos y enólogos. Y ese fue el primer desafío que empecé a enfrentar, poder elaborar el vino desde el viñedo. La idea la había aprendido en Francia e Italia: porque apenas me recibí, hice un posgrado, una pasantía en una universidad en Italia. Como mi familia siempre estuvo vinculada al vino y tuvo finca, esto te diría que me interesaba más por curiosidad que por dedicarme a eso.
– ¿Y hoy estás contenta con los vinos?
– Sí, estamos viviendo otro mundo de la enología. De hecho, primero redescubrimos el Malbec, y luego pusimos los vinos en los mercados internacionales, levantamos la calidad. Hoy todo pasa en el viñedo y nadie lo discute. Aunque sea más difícil, porque hoy los terruños se van encontrando en zonas extremas y es más fácil cultivar algo homogéneo que algo heterogéneo. Pero en esa diversidad y en esa heterogeneidad es donde está la riqueza.
– ¿Una mujer hace vinos distintos a los hombres?
– No creo. La verdad es que por ahí dicen que las mujeres somos más sensibles y creo que no es así: depende más de la personalidad de cada quien. Lo que te hace diferente es eso. Y eso se transmite a los vinos, porque, en definitiva, la última palabra a la hora de embotellar la tiene el enólogo. Y obviamente el lugar, el terroir y demás.
– También estás desarrollando un proyecto junto a Daniel Angelici, además de tus vinos…
– Sí, lo empezamos en el 2020 y con mi equipo llevamos toda la parte de gestión de compra, insumos de elaboración, viñedo, administración local y demás. Se llama Cupra que es el nombre del pueblo originario de su familia y el rosado tiene el nombre de su mamá. Son vinos que Daniel quiso hacer en honor a sus padres y la idea es tener un portfolio pequeño de cuatro o cinco vinos, pero de alto precio y de alta calidad.
¿Le recomendarías a las chicas que estudien enología?
Sí, claro. Si les gusta. Hoy es mucho más fácil, y de hecho hay muchas enólogas e ingenieras agrónomas, líderes de empresas importantes. Nosotras tenemos un club de mujeres profesionales del vino, que en realidad es una asociación sin ningún fin de lucro, y tiene como objetivo ayudarnos profesionalmente, colaborar entre nosotras, tener un poco más de visibilidad.
Con la asociación hemos logrado que publicaciones importantes consideren a las mujeres que hacen vino. Hay que pensar que el 95% de los críticos de vinos son hombres, no hay casi mujeres en ese campo. No sé si es por machismo, por dedicación, por oportunidad, no lo sé, pero eso es lo que ocurre a nivel mundial.
– ¿Cómo se hace un vino?
– Buena pregunta. El vino me inspira desde la viña. Para mí el viñedo me dice qué puedo hacer con eso y que no puedo hacer. Y después está el alma de uno. Porque yo te aseguro que vamos a un viñedo cinco enólogos distintos y hacemos cinco cosas distintas y a lo mejor igualmente buenas. Creo que con la misma uva o con el mismo lugar pueden haber interpretaciones distintas. Los vinos son una especie de bebida con alma, como música, con arte. A mi me inspira esto y me gustaría que el que está del otro lado lo use para algo placentero y le resulte memorable.
Fuente: MDZ
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